Roi Ferreiro
Por qué necesitamos ser anti-partido
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Los partidos revolucionarios no son distintos a los demás
partidos
Los partidos políticos son, pues, formas burguesas de organización.
Dentro del capitalismo, un partido de vanguardia y un partido de masas
no se diferencian por el sector de la clase obrera que quieren representar
-respectivamente, el primero a la minoría que comienza a cuestionar
el sistema existente, y el segundo a la mayoría que lo acepta
de mejor o peor grado-, lo que a su vez está vinculado a su objetivo:
la transformación violenta o la transformación pacífica.
Sus características son esencialmente las mismas, aunque se manifiesten
en distinto grado.
Para I.R. la crítica de los partidos tradicionales se basa
en un criterio de eficacia: la capacidad de lucha. Um partido de masas,
al agrupar a una masa heterogénea y con opiniones contradictorias,
no puede desarrollar "adecuadamente" su acción. (En
realidad, la forma ya es adecuada a su acción, ya que la transformación
pacífica no requiere más). Un partido de vanguardia tiene
sobre éste la ventaja de la homogeneidad y la "coherencia".
El primero, según ellos, se basa en la pasividad, mientras que
el partido revolucionario "sólo puede actuar basándose
en la actividad de sus miembros". La cuestión, sin
embargo, no es la actividad o pasividad, sino el contenido de la actividad
o pasividad. Es lo mismo que ocurre con la conciencia teórica
y la conciencia práctica.
El que la actividad sea superior a la pasividad (la vida superior
a la muerte), o la conciencia teórica un desarrollo superior
de la conciencia práctica, no indica en absoluto que, a nivel
de su contenido y efectos reales, la actividad sea mejor que la pasividad
y que una forma de conciencia teórica sea más avanzada
que otra de conciencia práctica.
Hay que diferenciar entre la pasividad en el sentido de inercia, y
la pasividad en el sentido de la inacción; la primera es algo
meramente negativo, pero la segunda es parte necesaria del desarrollo
subjetivo. La asimilación de las derrotas, como los cambios de
actitud ante el cambio de las circunstancias, etc., requieren de periodos
predominantemente reflexivos en los que prevalece la inactividad externa.
Por otro lado, la conciencia teórica sólo tiene valor
en relación a la dimensión práctica de la comprensión,
a la conciencia práctica concreta. Los planteamientos generales
no implican necesariamente una visión práctica coherente
con ellos, y tampoco, por otra parte, la conciencia práctica
va acompañada siempre de una visión teórica concordante.
Así, por poner un ejemplo sintético, existe un sector
avanzado de la clase obrera que abandona la actividad organizada y las
viejas ideologías reformistas, y que entra en un periodo transitorio
de inactividad, en el que la inercia se puede hacer más fuerte
(pues está determinada por las relaciones sociales existentes).
Pero este sector, que según los criterios leninistas estaría
más atrasado que el sector organizado en los sindicatos y partidos
existentes, está, al contrario, más avanzado. Tanto
que ya no se identifica con las alternativas existentes y que sólo
se vuelve hacia ellas confundido por las ilusiones y falsas expectativas:
las que genera y promueve la extrema izquierda acerca de la transformación
de los sindicatos, del sindicalismo asambleario y combativo, o de los
partidos "verdaderamente" revolucionarios.
Lo que define a una organización concreta no es su composición
social, sino su praxis. Los partidos de masas son partidos burgueses
porque su praxis se dirige a mejorar el capitalismo. Los partidos de
vanguardia son también partidos burgueses porque su praxis sigue
reproduciendo la posición del proletariado como clase dominada,
y, en realidad, su actividad práctica se reduce a defender lo
que es sólo otra forma de capitalismo, un capitalismo de Estado.
Su estructura de élite es una condición para su pretensión
de actuar como agente dirigente de una transformación violenta
de la sociedad existente. La peculiaridad de Izquierda Revolucionaria
en este punto reside en su variante singular del trotskismo, que considera
el estalinismo como una forma de capitalismo de Estado mientras niega
que esta definición sea extensible al bolchevismo en general,
a pesar de todas las evidencias históricas del carácter
contra-revolucionario de la política bolchevique desde el punto
de vista de la emancipación del proletariado.
Según ellos, el partido bolchevique era opuesto a los "viejos
partidos 'socialistas'" porque la intención de estos
"fue siempre tomar las instituciones existentes, sin alterar
la relación fundamental de poder dentro del capitalismo. En otras
palabras, (...) pensaban que podían ser ellos, y no la clase
obrera por sí misma, quien echase a la clase capitalista."
Se entiende: que "echase a la clase capitalista"
DEL PODER.
Pero lo que el proletariado tiene que hacer no es sólo "destruir
las instituciones existentes, alterando la relación fundamental
de poder entre las clases", para utilizar sus propios términos,
sino destruir la relación de poder misma. El proletariado no
puede elevarse a clase dominante sin destruir al mismo tiempo su condición
de clase explotada, el trabajo asalariado. De lo contrario, no es el
proletariado el que domina realmente, sino una minoría que dice
representar sus intereses*. La clase obrera puede "echar a
los capitalistas" por sí misma, pero eso en absoluto
quiere decir que sea la clase obrera la que detente realmente el poder
político y económico. Será el partido en su lugar:
"La necesidad de confrontar y aplastar al estado capitalista
debe ser suficiente para construir un partido revolucionario."
La sombra del bolchevismo sigue planeando sobre toda esta palabrería.
Tampoco lo importante es el activismo militante o la formación
intelectual política. Estamos de acuerdo en que las agrupaciones
revolucionarias no pueden ser, en las condiciones normales del capitalismo,
ni siquiera en el ascenso prerrevolucionario, organizaciones de masas
o con un peso numérico relevante en las luchas de clases.
Pero lo decisivo es que el desarrollo teórico sea verdaderamente
continuado y vivo; que el activismo sea una verdadera autoactividad
consciente y autodisciplinada, que una pensamiento y acción,
no una entrega ciega a actividades repetitivas y de propaganda que sólo
sirve para convertir a los militantes en estúpid@s, que sólo
saben seguir a unos cuantos dirigentes más "listos".
Sólo entonces tendremos un tipo superior de organización,
que asuma las funciones que ahora dicen cumplir los "partidos revolucionarios"
a respecto del autodesarrollo de la clase y de sus propi@s afiliad@s.
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